¡Hola señor@s!
Si... puede decirse que me he pasado casi mes y medio de vacaciones.
Bueno, en realidad no han sido unas vacaciones. Más bien ha sido un periodo de reflexión. Lo necesitaba sin saberlo desde hacía tiempo, aunque supongo que esa sensación de "necesidad" me llegó de repente.
No me dí ni cuenta.
¡Es lo que tenemos las personas a las que se nos ha caído un tornillo!
Aunque pensándolo bien... a todos nos pasa ¿no?
XD
Lo cierto es que en ese proceso he escrito esta entrada varias veces. Siempre sin terminar. Como si aún me faltara algo por concluir. No se... no es que ahora haya descubierto nada nuevo. Sigo en "periodo de reflexión", aunque de otra manera. Supongo que he madurado.
Quienes soléis pasar por aquí a leer lo que escribo sabéis que no soy de esas personas que se regodeen en las propias desgracias. Me gusta entenderme como una "disfrutona" de la vida sin remedio. No me lo puedo remediar, me agrada la existencia.
Las crisis personales existen y son necesarias. Te hacen madurar, transformarte, y eso siempre implica una ganancia, pero también son acontecimientos propios, inalienables, profundamente interiores, y cuando uno pretende aprender de verdad debe vivirlos del modo correcto, y este es siempre el más intimista que permitan las circunstancias. Totalmente fuera de influencias externas.
Creo que es comprensible para todos. Y ahí es donde me he andado.
Nada importante objetivamente, aunque sí para mi.
Por eso no he querido escribir hasta la fecha. Nada de escritura ligera sobre prendas de vestir y nada de reflexiones profundas. Cada cual con su cruz, en ocasiones con dedicación absoluta, y siempre adelante. (aunque eso suponga darle unas vacaciones al teclado y también a l@s amiguit@s que me sufrís ;)
Sé que después de esta larga entrada incluso lo echaréis de menos, jiji XD
Así, me gustaría manifestar mis disculpas a todas esas personas que me han escrito en estos días interesándose por mi estado. Francamente ¡no me imaginaba que al otro lado del ordenador hubiera tantas personas leyendo anonimamente (o no tan anonimamente) este blog en distintas partes del mundo! - acostumbrada ya a no publicar, una se siente incluso importante :D - . Ha sido maravilloso encender el ordenador y leer cada email, comentario o mensaje en facebook. ¡Y también responderlos! aunque ante la eterna pregunta del por qué de mi ausencia, me he limitado a apelar a la astenia primaveral, a la pesadez del levante o al exceso de trabajo en el verano. No es que hayan sido inciertas cada una de estas cosas. Todo influye. Pero creo que en resumidas cuentas han sido las preocupaciones las que me han tenido en la inopia durante estos días.
¡Es el tornillo que se me cayó!. Y una frase de Lao Tsé que leí hace poco en el blog de una buena amiga psicóloga. (¡¡Muchas gracias Susana!!)
- para quienes os gusten esas cosas, os recomiendo leer "la huella de mi sendero"-
Si... puede decirse que me he pasado casi mes y medio de vacaciones.
Bueno, en realidad no han sido unas vacaciones. Más bien ha sido un periodo de reflexión. Lo necesitaba sin saberlo desde hacía tiempo, aunque supongo que esa sensación de "necesidad" me llegó de repente.
No me dí ni cuenta.
¡Es lo que tenemos las personas a las que se nos ha caído un tornillo!
Aunque pensándolo bien... a todos nos pasa ¿no?
XD
Lo cierto es que en ese proceso he escrito esta entrada varias veces. Siempre sin terminar. Como si aún me faltara algo por concluir. No se... no es que ahora haya descubierto nada nuevo. Sigo en "periodo de reflexión", aunque de otra manera. Supongo que he madurado.
Quienes soléis pasar por aquí a leer lo que escribo sabéis que no soy de esas personas que se regodeen en las propias desgracias. Me gusta entenderme como una "disfrutona" de la vida sin remedio. No me lo puedo remediar, me agrada la existencia.
Las crisis personales existen y son necesarias. Te hacen madurar, transformarte, y eso siempre implica una ganancia, pero también son acontecimientos propios, inalienables, profundamente interiores, y cuando uno pretende aprender de verdad debe vivirlos del modo correcto, y este es siempre el más intimista que permitan las circunstancias. Totalmente fuera de influencias externas.
Creo que es comprensible para todos. Y ahí es donde me he andado.
Nada importante objetivamente, aunque sí para mi.
Por eso no he querido escribir hasta la fecha. Nada de escritura ligera sobre prendas de vestir y nada de reflexiones profundas. Cada cual con su cruz, en ocasiones con dedicación absoluta, y siempre adelante. (aunque eso suponga darle unas vacaciones al teclado y también a l@s amiguit@s que me sufrís ;)
Sé que después de esta larga entrada incluso lo echaréis de menos, jiji XD
Así, me gustaría manifestar mis disculpas a todas esas personas que me han escrito en estos días interesándose por mi estado. Francamente ¡no me imaginaba que al otro lado del ordenador hubiera tantas personas leyendo anonimamente (o no tan anonimamente) este blog en distintas partes del mundo! - acostumbrada ya a no publicar, una se siente incluso importante :D - . Ha sido maravilloso encender el ordenador y leer cada email, comentario o mensaje en facebook. ¡Y también responderlos! aunque ante la eterna pregunta del por qué de mi ausencia, me he limitado a apelar a la astenia primaveral, a la pesadez del levante o al exceso de trabajo en el verano. No es que hayan sido inciertas cada una de estas cosas. Todo influye. Pero creo que en resumidas cuentas han sido las preocupaciones las que me han tenido en la inopia durante estos días.
¡Es el tornillo que se me cayó!. Y una frase de Lao Tsé que leí hace poco en el blog de una buena amiga psicóloga. (¡¡Muchas gracias Susana!!)
- para quienes os gusten esas cosas, os recomiendo leer "la huella de mi sendero"-
"Los que siempre se preocupan por algo, no pueden disfrutar del mundo"
Que simple ¿verdad?
Que simple ¿verdad?
Pues bien, a mí, aunque sea así de "disfrutona", en ocasiones me cuesta.
Y sin incidir sobre los asuntos personales, sí que hay una historia que encontré hace tiempo y que creo que viene perfecta para explicarlo, si bien debo advertir que no sé si ocurrió de verdad. (aunque eso sea lo de menos)
(Aviso a los impacientes. Esta no va a ser una entrada corta)
XD
En una mina de África seis mineros se encontraban trabajando cuando accidentalmente ocurrió una explosión. La explosión dejó sellado el túnel de salida de la mina con los mineros dentro, eliminando cualquier posibilidad de escape.
Los seis mineros se miraron en silencio. Todos conocían por experiencia la gravedad de su situación. Echando un cálculo tendrían oxígeno para unas tres horas, a lo sumo y si lo hacían bien, cuatro.
Por ello, mientras esperaban a ser rescatados, decidieron que lo mejor sería tumbarse en el suelo y apagar las linternas. Debían ahorrar el consumo de oxígeno, por lo que lo ideal sería no moverse y evitar cualquier desgaste físico. Los mineros se tendieron en el suelo y se dedicaron a esperar.
No obstante, a oscuras y en silencio era difícil calcular el tiempo.
Casualmente sólo uno de ellos tenía reloj y todas las preguntas eran dirigidas a él. ¿cuanto tiempo ha pasado? ¿qué horas es? Al cabo de un rato se escuchaban los suspiros. La desesperación por conocer la hora se iba apoderando de ellos y la situación se hacía insostenible.
El jefe se dio cuenta de que de seguir así, la ansiedad les haría respirar más rápidamente y esto podría agotar el oxígeno antes de tiempo. Por ello tomó la decisión de que lo mejor sería no hacer más preguntas. El minero del reloj sería el encargado de informar del paso del tiempo, avisando a todos cada media hora.
Así, cada treinta minutos el minero del reloj informaba: "ha pasado media hora", y de inmediato se escuchaban los murmullos y resoplidos. A medida que pasaban los treinta minutos, la angustia se sentía en el aire. Cada vez más.
De este modo, y dado que cada media hora iba aumentando la tensión, el minero del reloj se dio cuenta de que cada vez sería más difícil comunicar a sus compañeros el transcurso del tiempo, por eso decidió que la próxima vez que informara del paso de treinta minutos, dejaría en realidad pasar 45. De este modo nadie notaría la diferencia y evitaría la ansiedad de sus compañeros.
Viendo el éxito del engaño, decidió que para la siguiente dejaría transcurrir una hora, y en la siguiente, una hora y media, y así sucesivamente. Los cinco mineros creyeron que había pasado tan sólo una hora y media, cuando en realidad llevaban encerrados casi cuatro. Sin saber ¡que lento se les hacía entonces el tiempo!
El equipo de rescate apuraba la operación, pero ya habían pasado casi cuatro horas y media y las esperanzas de encontrarlos con vida se diluían.
Cual fue la sorpresa que, una vez consiguieron abrir la salida, encontraron vivos a cinco de ellos.
Sólo uno había muerto de asfixia... el que tenía el reloj.
---
Como os digo, no sé si la historia es real, pero lo que sí es cierto es que esto es lo que nuestros pensamientos, nuestras preocupaciones, nuestras expectativas, pueden hacer de nosotros.
Cada vez que en nosotros mismos construimos la certeza de que algo irremediable ocurrirá, nos ocupamos -conscientes o no- de que esa realidad se materialice, bien produciéndola por actos propios, o bien no llevando a cabo aquellos actos que la podrían evitar.
Y el mismo mecanismo funciona del revés.
Cuando somos conscientes de que algo bueno está por venir, cuando vemos en nuestra imaginación esa "luz al final del tunel", ponemos en ello nuestro horizonte. Y sin darnos cuenta redirigimos nuestra hoja de ruta.
Aunque eso no sea garantía alguna de triunfo, lo que sí es cierto es que pondremos en ello nuestros actos, porque ese horizonte que vemos definirá desde ese momento todas y cada una de nuestras intenciones.
A algunos nos cuesta más que a otros dependiendo del momento en que nos pille. Y es que en ocasiones reinterpretar la hoja de ruta es complicado. Pero nunca tarde.
Las preocupaciones son sólo el aviso de que algo es diferente, de ahí la importancia de ser conscientes.
Siempre existirán piedras en el camino, a veces caminamos con ellas sin darnos cuenta, y a veces nos asustamos de encontrarlas, si bien, uno corre el riesgo de perder el rumbo si decide quedarse en ellas. El destino del hombre es siempre continuar.
Por eso, en caso de pérdida del rumbo basta con dar pasitos cortos hasta que por fin encuentras de nuevo el camino. Ese es para mí el significado de la frase anterior.
Y esa es la reflexión que quería contaros hoy, después de casi dos meses de búsquedas y reinterpretaciones.
Personalmente, sigo con mis pasos cortos. ¡Para mí ha sido todo un logro! Y es que hay piedras que para algunos son casi montañas.
Uno debe escalar esas montañas para ver por donde queda el camino.
Agobiarme por ello fue sin duda el tornillo que se me cayó.
XD
Me gusta esta foto a pesar de las sombras de los árboles sobre mi cara (orco de mordor, jiji ;) . En esos momentos casi estaba pelirroja a cuenta de mi obsesión por acabar con las mechas y sólo me maquillé un poco los ojos (algo difícil en mi!). Es bonita la sencillez, también en lo externo ¿verdad? Quizás también debiera cambiar eso :)
¡Os mando un besito enorme! Y os doy las gracias por leer hasta aquí esta larguísima entrada.
Ni qué decir tiene que he vuelto, aunque ya sabéis que yo estas cosas me las tomo un poco por libre.
No puedo prometer que publicaré más a menudo, pero sí en cuanto pueda y tenga algo "divertido" o "interesante" que contaros (siempre a mi juicio, claro)
Y sin incidir sobre los asuntos personales, sí que hay una historia que encontré hace tiempo y que creo que viene perfecta para explicarlo, si bien debo advertir que no sé si ocurrió de verdad. (aunque eso sea lo de menos)
(Aviso a los impacientes. Esta no va a ser una entrada corta)
XD
En una mina de África seis mineros se encontraban trabajando cuando accidentalmente ocurrió una explosión. La explosión dejó sellado el túnel de salida de la mina con los mineros dentro, eliminando cualquier posibilidad de escape.
Los seis mineros se miraron en silencio. Todos conocían por experiencia la gravedad de su situación. Echando un cálculo tendrían oxígeno para unas tres horas, a lo sumo y si lo hacían bien, cuatro.
Por ello, mientras esperaban a ser rescatados, decidieron que lo mejor sería tumbarse en el suelo y apagar las linternas. Debían ahorrar el consumo de oxígeno, por lo que lo ideal sería no moverse y evitar cualquier desgaste físico. Los mineros se tendieron en el suelo y se dedicaron a esperar.
No obstante, a oscuras y en silencio era difícil calcular el tiempo.
Casualmente sólo uno de ellos tenía reloj y todas las preguntas eran dirigidas a él. ¿cuanto tiempo ha pasado? ¿qué horas es? Al cabo de un rato se escuchaban los suspiros. La desesperación por conocer la hora se iba apoderando de ellos y la situación se hacía insostenible.
El jefe se dio cuenta de que de seguir así, la ansiedad les haría respirar más rápidamente y esto podría agotar el oxígeno antes de tiempo. Por ello tomó la decisión de que lo mejor sería no hacer más preguntas. El minero del reloj sería el encargado de informar del paso del tiempo, avisando a todos cada media hora.
Así, cada treinta minutos el minero del reloj informaba: "ha pasado media hora", y de inmediato se escuchaban los murmullos y resoplidos. A medida que pasaban los treinta minutos, la angustia se sentía en el aire. Cada vez más.
De este modo, y dado que cada media hora iba aumentando la tensión, el minero del reloj se dio cuenta de que cada vez sería más difícil comunicar a sus compañeros el transcurso del tiempo, por eso decidió que la próxima vez que informara del paso de treinta minutos, dejaría en realidad pasar 45. De este modo nadie notaría la diferencia y evitaría la ansiedad de sus compañeros.
Viendo el éxito del engaño, decidió que para la siguiente dejaría transcurrir una hora, y en la siguiente, una hora y media, y así sucesivamente. Los cinco mineros creyeron que había pasado tan sólo una hora y media, cuando en realidad llevaban encerrados casi cuatro. Sin saber ¡que lento se les hacía entonces el tiempo!
El equipo de rescate apuraba la operación, pero ya habían pasado casi cuatro horas y media y las esperanzas de encontrarlos con vida se diluían.
Cual fue la sorpresa que, una vez consiguieron abrir la salida, encontraron vivos a cinco de ellos.
Sólo uno había muerto de asfixia... el que tenía el reloj.
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Como os digo, no sé si la historia es real, pero lo que sí es cierto es que esto es lo que nuestros pensamientos, nuestras preocupaciones, nuestras expectativas, pueden hacer de nosotros.
Cada vez que en nosotros mismos construimos la certeza de que algo irremediable ocurrirá, nos ocupamos -conscientes o no- de que esa realidad se materialice, bien produciéndola por actos propios, o bien no llevando a cabo aquellos actos que la podrían evitar.
Y el mismo mecanismo funciona del revés.
Cuando somos conscientes de que algo bueno está por venir, cuando vemos en nuestra imaginación esa "luz al final del tunel", ponemos en ello nuestro horizonte. Y sin darnos cuenta redirigimos nuestra hoja de ruta.
Aunque eso no sea garantía alguna de triunfo, lo que sí es cierto es que pondremos en ello nuestros actos, porque ese horizonte que vemos definirá desde ese momento todas y cada una de nuestras intenciones.
En nosotros está redefinir ese horizonte. Encontrarlo si no lo hemos hallado aún. A veces funciona "engañar" a la mente, imponernos la felicidad o la ilusión como modo de vida para avanzar, aunque nuestro principal impulso sea el abandono. Imponerse a la mente para ver más allá, predisponer el cuerpo, acostumbrarse a esa nueva forma de vivir.
Ese es precisamente el significado de la palabra "actitud". (del latín aptitudine: postura, reacción del cuerpo ; y actito: hacer algo con frecuencia, podríamos decir... acostumbrarse)
Las preocupaciones son sólo el aviso de que algo es diferente, de ahí la importancia de ser conscientes.
Siempre existirán piedras en el camino, a veces caminamos con ellas sin darnos cuenta, y a veces nos asustamos de encontrarlas, si bien, uno corre el riesgo de perder el rumbo si decide quedarse en ellas. El destino del hombre es siempre continuar.
Por eso, en caso de pérdida del rumbo basta con dar pasitos cortos hasta que por fin encuentras de nuevo el camino. Ese es para mí el significado de la frase anterior.
Y esa es la reflexión que quería contaros hoy, después de casi dos meses de búsquedas y reinterpretaciones.
Personalmente, sigo con mis pasos cortos. ¡Para mí ha sido todo un logro! Y es que hay piedras que para algunos son casi montañas.
Uno debe escalar esas montañas para ver por donde queda el camino.
Agobiarme por ello fue sin duda el tornillo que se me cayó.
XD
Me gusta esta foto a pesar de las sombras de los árboles sobre mi cara (orco de mordor, jiji ;) . En esos momentos casi estaba pelirroja a cuenta de mi obsesión por acabar con las mechas y sólo me maquillé un poco los ojos (algo difícil en mi!). Es bonita la sencillez, también en lo externo ¿verdad? Quizás también debiera cambiar eso :)
¡Os mando un besito enorme! Y os doy las gracias por leer hasta aquí esta larguísima entrada.
Ni qué decir tiene que he vuelto, aunque ya sabéis que yo estas cosas me las tomo un poco por libre.
No puedo prometer que publicaré más a menudo, pero sí en cuanto pueda y tenga algo "divertido" o "interesante" que contaros (siempre a mi juicio, claro)
Espero que esteis pasando un muy feliz verano.
A mi me han prohibido el sol en dos semanas, suerte que el trabajo me ocupa gran parte del día, las siestas en casa sientan de fábula y para la blancura... funciona genial el colorete!
:D
Ya me iréis contando!
A mi me han prohibido el sol en dos semanas, suerte que el trabajo me ocupa gran parte del día, las siestas en casa sientan de fábula y para la blancura... funciona genial el colorete!
:D
Ya me iréis contando!